Oscar Luis Chaves B.
«El cambio climático es un resultado del mayor fallo del mercado que el mundo haya visto jamás; la interacción entre la economía y el medio ambiente es fundamental para comprenderlo,» estas palabras, atribuidas a Nicholas Stern, resuenan con especial urgencia en el contexto de la COP 28. Stern, un economista y ambientalista de renombre, ha sido una voz líder en destacar los impactos económicos del cambio climático y la importancia crítica de integrar consideraciones ambientales dentro de la política económica y financiera global.
Actualmente, el mundo enfrenta desafíos climáticos sin precedentes, exacerbados por una situación macroeconómica que se ha vuelto aún más compleja en la estela de la pandemia de COVID-19. La transición hacia una economía sostenible, estimulada por los avances tecnológicos y las normativas de reporte sostenible, debe navegar en un entorno económico pospandémico marcado por elevados niveles de deuda y una recuperación económica más lenta. Este contexto añade una dimensión adicional a la ya ardua lucha global contra el cambio climático.
En respuesta a la crisis económica desatada por la pandemia, los bancos centrales de todo el mundo adoptaron políticas monetarias expansivas. Estas medidas, aunque necesarias, han desencadenado un efecto dominó de alta deuda e inflación. Con el incremento de las tasas de interés para combatir la inflación, el crecimiento económico se ha visto desacelerado, y las proyecciones para las economías occidentales sugieren tasas modestas de crecimiento del PIB para el primer semestre de 2024, insuficientes para satisfacer las exigencias fiscales y sociales actuales.
En este escenario, la transición hacia fuentes de energía más limpias y modelos de negocio sostenibles, aunque se espera que aumente la productividad a largo plazo, enfrenta obstáculos significativos en el corto plazo. Las economías deben ser capaces de adaptarse y construir resiliencia frente a estos cambios estructurales profundos.
El concepto de capacidades dinámicas es, por lo tanto, crucial. Se refiere a la habilidad de una organización o economía para reconfigurarse y adaptarse rápidamente a nuevos contextos y desafíos. En el actual panorama económico, estas capacidades son imprescindibles para manejar la interacción compleja entre el cambio climático, la innovación tecnológica y las finanzas.
Las capacidades dinámicas permiten que las economías y empresas detecten y capitalicen las oportunidades que surgen del nuevo régimen energético, incluso en un contexto de crecimiento económico restringido. Involucran la adaptación de recursos existentes y el desarrollo de nuevos activos intangibles como el conocimiento, las habilidades y la capacidad de innovación. Estos activos son vitales para impulsar la transformación interna necesaria para prosperar en un entorno económico emergente definido por principios de sostenibilidad.
Mirando hacia el futuro, es esencial que integremos este entendimiento de las capacidades dinámicas en nuestras estrategias de desarrollo económico y sostenibilidad. Desempeñarán un papel decisivo para facilitar una transición fluida hacia modelos sostenibles, a pesar de los retos macroeconómicos actuales. Este enfoque holístico, que combina la acción climática, la innovación tecnológica, las finanzas sostenibles y, ahora, la capacidad para adaptarse a los desafíos económicos, es clave para asegurar una transición exitosa y resiliente hacia un futuro más sostenible y económicamente estable.
La inclusión de esta perspectiva macroeconómica amplía la profundidad y relevancia de nuestra conversación en la COP 28, enfatizando la necesidad de estrategias integrales que no solo aborden los retos ambientales y tecnológicos sino que también naveguen por las complejas realidades económicas de nuestra era.
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