Fernanda Sáenz
Al igual que cualquier sector económico, los bancos, las compañías de seguros y otras instituciones financieras, tienen el desafío de adaptarse a los impactos el cambio climático y la presión que es ejercida por sus accionistas, reguladores, inversores y, en general, todas sus partes interesadas, para que tomen un papel más activo en el apoyo a las soluciones gubernamentales y de la sociedad.
El sector financiero tiene un papel fundamental hacia una economía baja en carbono, dada su capacidad de movilizar y asignar recursos para acelera la transición.
Para alinearse con una banca responsable y sostenible, uno de los primeros pasos que se deben tomar, es realizar la tarea de comprender cuál es el impacto real de sus actividades, a través de la medición de su huella de carbono, siendo una práctica que funciona como catalizador para la toma de decisiones. Dado que este proceso aclara los puntos débiles o de riesgo en la organización, deberá tomarse en cuenta a la hora de replantear la estructura de negocios.
Asimismo, es de gran relevancia comprender las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que estas entidades emiten a la atmósfera; particularmente, las emisiones que provienen indirectamente de sus carteras, ya sea por préstamos o inversiones. A este tipo de emisiones se les conoce como emisiones financiadas, llegando a representar en promedio 700 veces más que las emisiones generadas por la operación directa de estas entidades, según lo indica el Carbon Disclosure Project en su informe “The Time to Green Finance”.
En nuestro próximo blog abordaremos una metodología para la contabilización de emisiones financiadas. Lo invitamos a conocer más sobre este tema suscribiéndose gratis a nuestro blog 3Lab aquí.