El Sustrato Energético del Capital: Repensar la Realidad Económica en un Mundo Post-Dólar

Una Perspectiva Energética sobre los Límites de la Abstracción Financiera

Oscar Luis Chaves B.

1. Por qué esto importa ahora? 

Durante más de setenta años, los mercados de capitales globales han operado bajo la ilusión de la autosuficiencia monetaria. El dólar estadounidense, desvinculado del oro desde 1971, ha servido como moneda de reserva mundial, no por un valor intrínseco, sino por la confianza institucional y la presunta permanencia de la supremacía económica de EE.UU.

Pero esa base se está debilitando.

La creciente inestabilidad fiscal de Estados Unidos, la pérdida de su dominio energético y señales políticas cada vez más explícitas —incluyendo voces que cuestionan la hegemonía del dólar— están forzando al mundo a reexaminar el fundamento mismo del valor. A medida que los mercados financieros se tornan más abstractos, especulativos y desvinculados de la economía física, surge una pregunta:

¿En qué se basa realmente la formación de capital?

La respuesta yace bajo las abstracciones, en el fundamento termodinámico de la economía:
la energía.


2. El motor olvidado de la riqueza

Ayres y Warr han demostrado que más de la mitad del crecimiento económico histórico no se explica por el trabajo ni por el capital, sino por el “trabajo útil”: la conversión de energía en movimiento dirigido, calor o transformación de materia. La economía no crece por imprimir más dinero, sino por aplicar más energía de manera más eficiente.

El excedente energético permite la especialización.
La especialización conduce a la productividad.
La productividad genera beneficios.
Los beneficios permiten el ahorro, la reinversión y el surgimiento de los mercados financieros.

Sin excedente energético, no hay capital.


3. De la energía al excedente: del carbón a la nube

Cada salto civilizatorio ha seguido un aumento en la densidad energética disponible:

  • Revolución agrícola: la biomasa y la tracción animal permitieron excedentes alimentarios y crecimiento poblacional.

  • Revolución industrial: el carbón y el vapor liberaron la productividad mecánica.

  • Siglo del petróleo: energía portátil y densa transformó el transporte y el comercio global.

  • Era digital: la electricidad y la computación virtualizaron la producción y la coordinación.

Las finanzas no se desarrollaron en paralelo, sino como respuesta a esta expansión física.
Los mercados financieros crecieron como herramientas para asignar el excedente energético, no para generarlo.

Hoy, esta relación se está invirtiendo: las finanzas siguen inflándose incluso cuando el excedente físico se contrae.


4. Hacia una lógica financiera centrada en la energía

En esta nueva era de descentralización, intermitencia y volatilidad energética, lo importante no es cuánta energía se produce en total, sino cuánta de esa energía es útil, oportuna y genera impacto económico.

No todos los kilovatios son iguales.

Algunos entregan valor económico al coincidir con la demanda, la flexibilidad y la productividad. Otros quedan varados, desperdiciados o subutilizados.

El valor de la energía no está en su presencia, sino en su rendimiento.

El futuro de la formación de capital dependerá de identificar y asignar inversiones hacia aquellos flujos energéticos que generen el mayor impacto económico y sistémico.


5. Implicaciones ante un orden monetario cambiante

La supremacía del dólar se construyó sobre la confianza institucional, el poder militar y la energía fósil. El régimen del petrodólar exportó la fortaleza del capital estadounidense junto con la seguridad energética.

Pero ¿qué ocurre cuando:

  • La dominancia energética se fragmenta,

  • El desequilibrio fiscal se vuelve insostenible, y

  • Los flujos energéticos se descentralizan más allá de los centros tradicionales de precios?

Los sistemas monetarios deben evolucionar para reflejar no sólo cambios geopolíticos, sino la distribución funcional y geográfica de la energía útil.

El próximo estándar global de valor puede no ser una moneda fiduciaria, sino un mapa de flujos energéticos productivos y confiables.


6. La oportunidad estratégica

Esto no es solo una crisis de política monetaria.
Es una crisis de referencia.

Debemos regresar al fundamento de toda economía productiva:
la energía dirigida al trabajo.

Una nueva visión económica debe incorporar:

  • La utilidad económica de la energía en tiempo y espacio,

  • La productividad de cada nuevo kilovatio desplegado, y

  • La confiabilidad de los retornos energéticos por encima de la expansión especulativa del capital.


7. Conclusión: reconstruir la gramática del valor

El capital sin energía es un espejismo.
Las finanzas sin productividad física son especulación.
Los sistemas monetarios desvinculados de restricciones termodinámicas son inestables.

La solución no es rechazar los mercados de capital, sino reconectarlos con los flujos de energía que producen resultados económicos reales.

El valor real comienza con energía real.
Si queremos reconstruir el futuro de las finanzas, debemos comenzar con el verdadero sustrato de la civilización económica.

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