Por Oscar Luis Chaves B.
La razón de ser del sistema financiero es canalizar recursos del proceso ahorro-inversión a la formación de Capital. Mediante señales de mercado, el sistema financiero es guiado a impulsar los sectores dinámicos de la economía.
En los últimos cincuenta años, teorías neoclásicas como la Teoría Moderna del Portafolio (Markowittis, 1952) y Hipótesis del Mercado Eficiente (FAMA, 1970) han seguido estas señales de mercado. Sin embargo, una nueva economía digitalizada, descentralizada y descarbonizada en transición, requiere de indicadores no financieros para redefinir el concepto de valor.
El nuevo paradigma no se trata de maximizar sólo el rendimiento y minimizar el riesgo. En su defecto, implica equilibrar el retorno financiero con el desarrollo social ambiental y una mejor gobernanza. Los llamados factores ESG, siglas en inglés (Environmental, Social & Gobernance).
Los mercados financieros son excelentes espacios para descubrir las primas de riesgo. El problema es que la buena práctica financiera no considera las externalidades, o sea, “las consecuencias de las actividades económicas, que afectan a otros (o terceros), sin que ello se refleje en los precios de mercado”. Según los actuales modelos financieros (supuestos, datos, precios y leyes fundamentales), le corresponde al Estado el cuidado del ambiente y la sociedad.
En particular, las decisiones empresariales de qué invertir, producir y consumir que han ido más allá del principio de precaución que establece que “no se debe tomar una acción (o no se debe cruzar un límite) si las consecuencias son inciertas y potencialmente peligrosas”. No es de extrañar entonces que en las últimas décadas la extracción de recursos no renovables continúe desestabilizando el sistema terrestre.
Como bien lo establece el Sexto Ciclo de Evaluación (IE6) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC): la actividad humana es “inequívocamente” responsable de cambiar el clima de la Tierra «sin precedentes»:
Cambio climático, cambio del sistema terrestre (deforestación y erosión de la tierra), pérdida de biodiversidad (terrestre y marina) y los flujos bioquímicos (nitrógeno y fósforo, debido a prácticas agrícolas intensivas) han convertido el planeta en un ecosistema vulnerable.
¡Altos riesgos sociales, económicos y ambientales se están acumulando! Una transición oportuna hacia una economía basada en la producción y el consumo sostenibles, incluido el uso de energías renovables, la reutilización de materiales y la restauración de tierras, puede evitar la siguiente gran crisis: el cambio climático (calor extremo, sequías, inundaciones costeras y fluviales, malas cosechas, etc.).
Finanzas Sostenibles 2.0 (ESG)
Las Finanzas Sostenibles 2.0 presentan una forma construir un sistema más resiliente, capaz de identificar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidades.
La función objetivo de la Finanzas Sostenibles 2.0 es maximizar el valor financiero, sujeto a incrementar el valor social y el valor ambiental de la cartera (crédito e inversión). Para ello, las finanzas 2.0 consideran las externalidades (positivas y negativas) sobre la comunidad y establecen restricciones a 12 prioridades sociales, agrupadas en tres grupos; centradas en permitir que las personas estén: (i) bien: a través de la seguridad alimentaria, ingresos adecuados, agua y saneamiento mejorados, vivienda y atención médica; (ii) productiva: a través de la educación, el trabajo digno y servicios energéticos modernos; y (iii) empoderados: a través de redes, igualdad de género, equidad social, voz política y paz y justicia.
¿Cuál ha sido el problema de la práctica financiera?
La mayoría del ahorro global se canaliza desde las plazas financieras internacionales, donde desde hace 50 años persiste la hipótesis de un Mercado Eficiente. En dicha hipótesis (H0) el Modelo de fijación de Precio de Activos de Capital (CAPM) se considera el modelo óptimo de integrar una cartera de inversión.
Una cartera óptima constituye el portafolio de activos financieros donde cada activo dentro del portafolio se representa en relación con el riesgo de todos los demás activos (riesgo sistemático). El riesgo no sistemático o idiosincrático no se valora.
Desde ese punto de vista, una estrategia de inversión pasiva (disponibles a través de proveedores de productos y emisores de fondos, incluidos fondos de inversión, ETF y derivados), es suficiente para alcanzar objetivos de liquidez, diversificación y un retorno al capital invertido superior a la tasa libre de riesgo.
¿Dónde falla la estrategia de Inversión de la Cartera Pasiva? Se lo contaremos en nuestro próximo blog.
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